miércoles, 5 de noviembre de 2014

20141105

Horizontes indefinidos

En el transcurso de los tiempos, antes, ahora y después, siempre evolucionamos, de una manera u otra, o mejor de una manera a otra.

El arraigo se establece en la medida que lo que te une a la tierra está apegado a ti; y esa unión puede estar cercana o lejana, pero aún siendo cercana puede estar en el infinito, o estando en su infinito está tan cerca que es parte íntima de ti.

Esto puede parecer o ser un arraigo místico. La verdad es que la presencia fisica de lo cercano o lo lejano, es necesaria tenerla, y un poco más cada vez que el tiempo, ser abstracto de por sí, nos envejece sin darnos cuenta.

Siento apego por quienes están allá, lejos fisicamente, aunque muy cerca en lo místico. La cuestión va tomando interés cuando avanzando en el tiempo, lo místico pasa de ser un consuelo a que lo fisico pase a ser una necesidad.

Ese apego ya no es únicamente la imagen en mi memoria o la voz a través de un teléfono en cada mañana, e incluso las palabras tecleadas mediante un sistema informatico, son insuficientes.

Esta necesidad de tener la presencia fisica, la voz real de un buenos dias, el beso matinal, la mirada o ver el brillo de unos ojos aún no despiertos, el pelo revuelto sin peinar, y tantas más cosas que empiezo a echar de menos hacen que uno se plantee reinventar la emigración desde aquel lugar a la emigración de este lugar.

El problema, a donde ir, donde vivir, donde tener una noche en la que descansar, o mejor donde no toparse con la esencia de lo que te hizo volar. No es fácil decidir, no es fácil mirar adelante con un frio interno necesitando tener, escuchar, ver o sentir un "buenos dias, papá".

M.