lunes, 31 de octubre de 2011

Deportes: El miedo en la cara de un hombre.


Ayer Domingo, a las 16:30 fui al partido de la Peña Deportiva Garrucha que jugaba con La Cañada.

A esta hora el Sol empezaba a disminuir sus rayos y caía, sin molestar, frente a los aficionados sentados en la grada, algunos de pie, dejándose refrescar por el viento de Levante.

Hace unos días los incidentes mortales de algunos deportistas han marcado la actividad deportiva de todo este fin de semana; rindiendo homenaje con diversos actos e insignias que recordaban y agradecían su deportividad.

Aquí, no podía ser de otra manera, antes del inicio del partido se mantuvo un minuto de silencio, jamás había oído el viento de Levante tan cláramente, tanto el trío arbitral, los jugadores de ambos equipos y la grada respetaron absolutamente en silencio el tiempo correspondiente, silencio; sólo el viento recordaba su presencia, como haciéndoles llevar a los que ya no estraban nuestro sentir.

Se inicia el partido, un tanto desorganizado por ambas partes, incluso el resultado es de 2-3, la Peña Deportiva Garrucha pierde en su campo frente a La Cañada.

Casi al final del  tiempo correspondiente a la primera parte del partido un jugador, Miguel, del equipo de La Cañada, en la zona del lateral del campo, alejada de la grada, se le observa, sin que esté entrando en juego, su caída al suelo de forma espeluznante, cuando veo esta situación, me temo lo que he visto más de una vez tanto por la TV y oído por los relatos de aquellas familias que, en mi profesión, tenía que ayudar psíquicamente, cuando habían perdido un hijo en similares circunstancias. Hoy ya no ejerzo la profesión, mi jubilación por una IPA se cruzó en mi camino.

El juego se detiene unos minutos, las asistencias de ambos equipos se lanzan atravesando el campo en ayuda del jugador, consiguen reanimarlo, se saca del campo y se le continúa atendiendo en el lateral, poco tiempo después llega la Unidad de Emergencias Sanitarias del 061, conozco al equipo médico, intento colaborar con ellos, Miguel está en suelo, pálido, sudoroso, con unos claros ojos azules; me inclino sobre el cesped, le cojo la mano, hablo con él, intento mantener su atención y animarle comunicando que está controlado, mientras tanto se le antiende; está monitorizado, con una vía intravenosa y preparado para subirlo a la ambulancia y llevarlo al Hospital de Huercal-Overa.

Al final del partido, hablo con el equipo médico, está estable y atendido en el Hospital.

Vuelvo al campo y comunico a uno de sus compañeros, ya en el Bus que los traslada a casa, que está estable y controlado.

Miembros técnicos de ambos equipos, nada mas terminar el encuentro deportivo, se desplazaron al Hospital.

Hoy me he levantado, con la imagen del pulso monitorizado de Miguel, 87 ppm, de sus ojos azules, de su cara pálida, de su lágrima cayendo por su mejilla derecha, y especialmente su expresión de miedo y de indefensión por no controlar ni su cuerpo ni su mente.

Y mi mente, recordando mis amnesias.

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